Me parece más justo, sin embargo, no ir directo al grano y remover podredumbres… si no hurgo en mi pasado y mi temprana vocación teatral.
CINCUENTA AÑOS dan y quitan mucho. Confieso…”Confieso que cualquier tiempo pasado fue peor”. El teatro era (más que ahora) el chivato de la voz del pueblo; sin más: el clamor de un espejo cercano y moribundo. Había, por otra parte otra comedia de teatro “amable” que no pasaba ni por aquella estrecha censura. Y estaba el miedo: ese paralizante inevitable que cualquiera sabe que te podían señalar para toda una vida…”y la siguiente”
Causaba estupor, cuando fuera de las Españas el “baúl de la Piquer; Los Flores; Juanita Reina….(con todos mis respetos y admiración hacia ellos) causaban entusiasmo en vista de aquella España alegre, y risueña, donde lo peor era: “Que se había largado con otra, pero que algún día volvería” A aquellos artistas, con la mayor inocencia” le habían colgado el San Benito de “Españolear” y ellos, lo repetían con gran orgullo. Visto desde ahora me hace, levemente, irónico ¡Cómo somos! Y ¿lo seguiremos siendo?… Todas sus obras las recuerdo con claridad; Pero la que me dejó marcado fue Aquella de A. Sastre: ESCUADRA HACIA LA MUERTE.
Era el primer año que me matriculé en Arte Dramático. Mis profesores eran Victoria Avilés y LEO VILAR. Ella, llena de vigor y apasionado encanto dominaba todas las técnicas de la puesta en escena y la declamación. Él, aparentemente más distante, pero educadísimo y con su poder de comunicación. Nos convencía de la necesidad de leer y examinar por escrito toda obra viviente que teatralmente, editaba PRIMER ACTO, TEATRO DE VANGUARDIA. Y COLECCIÓN TEATRO DE ESCELICER. Todo estaba en las carteleras de Madrid y Barcelona.
Un día, inesperadamente sonrío…, y dijo: Esto… Una cosa como esta vivieron nuestros padres. Abrió una página de “Escuadra hacia la muerte” y dio comienzo su intervención. Al primer párrafo, él estaba emocionado, después a la mitad, a todos se nos caían las lágrimas.
Al final, llenos de emoción, toda la clase se levantó y comenzó un aplauso enardecido; que él, enérgicamente, cortó diciendo: ¡A los profesores no se nos aplaude!
Enmudecimos todos…”¿pecado?” …. Inmediatamente, Leo esbozó una sonrisa que quedó bañada por un grupo de lágrimas que llegaron a su garganta invadiendo sus pupilas. Sólo pudo decir: “He pasado mucho miedo. Al mostrarme ante vosotros, nos la jugábamos todos”
– ¡Qué ser tan entrañable! Me dije.
Pedro Fernán es Catedrático de la Escuela de Arte Dramático de Málaga